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Viajando con Hugo Brehme
(...) de Elena Poniatowska
"Hugo Brehme, nacido en 1882, fue un regalo que
nos hizo África porque si no enferma de malaria probablemente se
queda en África de por vida. Con alma de explorador -Dennis Brehme,
su nieto, lo llama aventurero- viajó ya sin malaria para conocer
un continente distinto en todo al europeo: el americano. Su novia Auguste
Hartmann (Augusta porque nació en agosto) recibía sus cartas;
relatos emocionados de cuanto veía y sentía. Los viajeros
se desvivián por nuestro clima, el cielo que nos cubría,
la grandiosidad de los paisajes, pero sobre todo por el clima, ¡ay
el clima! [
]
A diferencia de los demás viajeros, Hugo Brehme jamás se
queja ni de las pulgas ni de los carruajes, la suciedad de los mesones,
la falta de agua, la mala comida y la cama de piedra. Tolera todo. Con
él no hay mula terca ni arriero borracho dispuesto a llevarlo al
despeñadero. (¡Pobrecito de Joaquín Clausell el pintor,
cuya mula resbaló y lo lanzó al barranco!) No hay malas
noches, la selva se despeja, la espesura del follaje se abre. A las chozas,
los caminos, los pueblitos, las vestimentas, las costumbres los llaman
pintorescos. Viaja en tren; tres horas a Toluca, cuatro horas de México
a Cuernavaca, seis o más a Puebla, en medio de muchas incomodidades,
huacales de guajolotes y gallinas, pilas de costales, infantes que lloran.
De los pobres se compadece, nunca le parecen taimados o ladrones. Por
lo visto, Hugo Brehme siempre anda en las alturas. 'El mexicano no sólo
soporta una carga física pesada sino también una emocional.'
Admira su folosofía: 'Siento que la vida del hombre blanco parece
una carrera continua tras de la fortuna. Los indios no tienen ninguna
noción de la fortuna.' El europeo se encoleriza fácilmente,
pierde la paciencia, los incidentes desagradables los vive como un agravio
personal. El indígena no se inmuta. ¿Para qué?"
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